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El agua brota graciosa por las piedras mientras toman el sol despreocupadas.
El paisaje se aleja de mi vista y andado voy poco a poco perdiendo mi identidad, empezando por los apellidos y acabando por las huellas dactilares; la vida junto al reloj se vuelve a realentizar y el sol quema mis espaldas doloridas. El pelo se va aclarando y mi consciencia también, la melanina se reproduce mientras una mota de polvo hace que brote una lágrima a la cuál le acompañan otras y a las otras unas cuántas más.
Mi rostro se desfigura y deshecho por el calor forma un charco en el suelo, un charco desesperado que no sabe si quiere volver a retomar la forma original.
Y mi cuerpo sin rostro empieza a volar sin saber cual es su meta, sin la certeza de que el vuelo que ha tomado le lleve a ninguna parte... y me doy cuenta de que mis orejas también se encuentran en el charco desesperado y si me llaman no lo escucho y tengo miedo de que me estén llamando y no lo esté escuchando.
Empiezo a pensar que la meta desconocida se está cercando, lo siento, y cuánto más lo siento más desciendo, primero lento, luego rápido, cada vez más rápido y caigo en un colchón y, despierta en mi habitación me doy cuenta que mi misteriosa meta no era otra que un cuadro de Dalí.
El paisaje se aleja de mi vista y andado voy poco a poco perdiendo mi identidad, empezando por los apellidos y acabando por las huellas dactilares; la vida junto al reloj se vuelve a realentizar y el sol quema mis espaldas doloridas. El pelo se va aclarando y mi consciencia también, la melanina se reproduce mientras una mota de polvo hace que brote una lágrima a la cuál le acompañan otras y a las otras unas cuántas más.
Mi rostro se desfigura y deshecho por el calor forma un charco en el suelo, un charco desesperado que no sabe si quiere volver a retomar la forma original.
Y mi cuerpo sin rostro empieza a volar sin saber cual es su meta, sin la certeza de que el vuelo que ha tomado le lleve a ninguna parte... y me doy cuenta de que mis orejas también se encuentran en el charco desesperado y si me llaman no lo escucho y tengo miedo de que me estén llamando y no lo esté escuchando.
Empiezo a pensar que la meta desconocida se está cercando, lo siento, y cuánto más lo siento más desciendo, primero lento, luego rápido, cada vez más rápido y caigo en un colchón y, despierta en mi habitación me doy cuenta que mi misteriosa meta no era otra que un cuadro de Dalí.
Jessia A.
Un dia tenemos que ir al museo Dalí de Figueras.
ResponderEliminarsoy alex
ResponderEliminarjessssia!!!
ResponderEliminar(L)